Desde los años de la guerra, muchas mujeres europeas tuvieron que incorporarse al mundo laboral.
Los hombres dejaron las fabricas para enlistarse en el ejercito y sus esposas, hermanas y madres tomaron su lugar. Algunas son obreras en fabricas productoras de armas y municiones, otras trabajan en las fabricas textiles, cosiendo los uniformes de sus maridos, hermanos o hijos, mientras que otras son contratadas como telefonistas, oficinistas y recepcionistas. Muchas se hicieron enfermeras para auxiliar a los soldados heridos en la guerra.
Al ponerse a trabajar fuera de sus casa, el papel tradicional femenino también se ha transformado pues las obreras y trabajadoras comenzaron a usar pantalones y dejar los vestidos ya que son muy incómodos para trabajar.
Por lo mismo, muchas mujeres también exigieron el respeto a sus derechos civiles y la posibilidad de votar para participar en la vida política.
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